Volviendo del restaurante en el que comimos hice el recorrido de la calle del Rosario al contrario de como lo hago habitualmente (fui desde Circunvalación al centro). Y descubrí una zona de AB por la que nunca había pasado y que me gustó mucho. No sé por qué, la verdad. Pero me pareció que la calle era un sitio acogedor. Las casas y las tiendas eran antiguas, como cuando tenía cinco o seis años (¡tan ochenteras!).
Vi esta casa y me apeteció mucho fotografiarla. La parte de abajo (que no se ve) fue, supongo que hace bastante tiempo, una pastelería. Y la parte de arriba ¿qué sería? Me pareció muy elegante, coqueta por ser tan pequeña. Cutre con esos cables y ese aparato de aire acondicionado tan viejos. Llena de polvo. Los guerreros de piedra vigilando que nada cambie allí delante. Los amorcillos que están sobre la ventana contándose historias antiguas, de cartas perfumadas y muchachas que suspiran, y comen milhojas, y tocan el piano, y se desesperan por amor.
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