miércoles, 26 de marzo de 2008

Mi querida hija Hildegart (I)



Acabo de terminar de leer una biografía sobre Aurora e Hildegart Rodríguez escrita por Carmen Domingo llamada como el título de esta entrada. Conocí la historia de estas dos mujeres singulares hace unos diez años y desde el principio me causó un gran impacto. Durante un tiempo busqué más información que la que Rosa Montero incluía en su reportaje de El País pero nada encontré (parece mentira pero en el 98, hace tan solo diez años, internet no era algo tan cotidiano en nuestras vidas). Casi las había olvidado cuando, buscando un buen regalo en La pecera, una librería estupenda, pequeña, selecta, encontré un libro de nada menos que 300 páginas sobre mis dos mujeres.

Aurora Rodríguez nació en el Ferrol en 1879. Tuvo una infancia solitaria, encerrada siempre en el despacho de su padre, escuchando las conversaciones entre este y sus amigos intelectuales sobre las guerras de Filipinas y Cuba y leyendo absolutamente todos los libros que había en su biblioteca (derecho, medicina, autores clásicos). Cuando contaba con quince años su hermana mayor tuvo un hijo natural (curiosa manera de llamarlo; parece que el niño hubiera salido de una maceta) y fue Aurora quien se hizo cargo de él. Se volcó completamente en aquel niño y empezó a estimularlo especialmente en relación a la música, al aprendizaje del piano. El niño se convirtió en el entonces muy conocido Pepito Arriola del que se dice fue más precoz que Mozart pues a los dos años ya daba conciertos. La hermana de Aurora quiso en aquel momento hacerse cargo de su hijo, privándola a ella de su cuidado, lo que al parecer afectó muchísimo a Aurora. Sin embargo, una idea se había instalado ya en su cabeza: crear su propia “muñeca de carne” para modelarla y para que pudiera continuar la obra de redención de la humanidad que Aurora ya empezaba a tener en su cabeza.

Así, fue pasando el tiempo y, teniendo Aurora treinta y cinco años, quiso realizar el proyecto que tanto tiempo había meditado. Antes, había seguido leyendo, afirma la autora que de forma desordenada. Madura en su cabeza la idea de que para mejorar la sociedad lo más adecuado sería llevar en práctica la eugenesia. Sobre lo que es esta corriente de pensamiento se explica en el libro:

La eugenesia –ciencia del buen nacer, o de la selección de los nacimientos- era una de las teorías científicas que desde finales del siglo XIX se planteaban los médicos como fórmula de “saneamiento” social. Muchos teóricos europeos y norteamericanos se sumaron a la defensa de la aplicación de estas teorías (…) fueron eugenistas Winston Churchill, Bernard Shaw, J.M. Keynes, Henry Ford, el movimiento libertario ibérico y los nazis alemanes, lo que muestra el amplio abanico ideológico de sus seguidores.

(…) Lo que los eugenistas pretendían era que las sociedades progresaran y mejoraran no solo en la economía, el conocimiento o la moralidad, sino también biológicamente. Para ello había que controlar la reproducción y, con ella, el incremento de enfermedades de transmisión genética facilitando de este modo la procreación de los más aptos y valiosos, y dificultando la reproducción de los ineptos, tarados, enfermos mentales, deficientes, epilépticos, etc. En otras palabras, había que sanear España si se quería que tuviera un futuro “digno”.


Para realizar esta ingente labor de regeneración necesitaba un instrumento que sería la hija que ella concibiera y que tendría que expandir por el mundo sus ideas reformistas. Buscó para ello a su “colaborador fisiológico” (rechazaba de plano cualquier tipo de contacto sexual pues no le reportaba ningún placer, para ella era simplemente un trámite) y quedó embarazada. Una vez que está segura de ello parte a Madrid para llevar hacia delante su plan en la bulliciosa capital. Allí nace Hildegart en diciembre de 1914.

2 comentarios:

  1. Esa señora tan malencarada de la foto es Aurora Rodríguez.

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  2. Jolines, niña... esto parece una novela de terror. No conocía en absoluto esta historia y ahora no podré parar hasta desentrañarla del todo. Me has metido el gusano en el cuerpo.

    Suena todo fascinante y terrorífico. La idea de la eugenesia me parece espantosa, no por una razón moral, sino porque acabarían gestando niños al servicio de intereses mercantiles o aún peores. De hecho, estoy segura que ya se hace de algún modo.

    Un beso.

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