martes, 29 de julio de 2008

Vade retro


El arte nunca es casto, y habría que mantenerlo alejado de todos los ignorantes inocentes. Si la gente no está preparada para él, no hay que permitir que se acerque. Sí, el arte es peligroso. Si es casto, entonces no es arte.

Pablo Picasso


La escultura es Femme couteau, de Louise Bourgeois



lunes, 28 de julio de 2008

Ad mortem


La vida del artista es la negación del sexo. El arte de la incapacidad de seducir. No soy capaz de hacer que alguien me ame. La ecuación es realmente así: sexo y asesinato, sexo y muerte.
Louise Bourgeois
La pintura es Emma - Desnudo en la escalera (1966) de Gerhard Richter

viernes, 25 de julio de 2008

Críticos


Todos esos papanatas de la burguesía, de cuya boca solo salen palabras como "deshonesto, deshonestidad, honestidad en el arte" y otras sandeces por el estilo, me recuerdan a la Louise Villedieu, una putilla de cinco francos, que me acompañó un día al Louvre, donde nunca había estado. Cuando pasábamos por delante de las estatuas y cuadros inmortales, se ponía colorada, se tapaba el rostro, y me tiraba de la manga, preguntándome cómo se podían exponer al público semejantes barbaridades.
Charles Baudelaire.
El cuadro es Autorretrato, de Christian Schad. Si ampliáis la imagen la chica tiene una cicatriz atravesándole la mejilla absolutamente maravillosa.

lunes, 30 de junio de 2008




En la noche que envuelve


negra como el infierno de un polo a otro


agradezco a los dioses, quienes quiera que sean


mi alma indomable.


H.E.HENLEY

http://es.youtube.com/watch?v=gIpbbwzcRaM

domingo, 29 de junio de 2008

viernes, 27 de junio de 2008

Miedo

Recuerda que no eres un cazador, porque tú mismo has rechazado siempre ese calificativo, y los felinos siguen al verdadero cazador, al olor a miedo y a verga parada que los cazadores auténticos emanan. Tú no eres un cazador. Muchas veces los habitantes de El Idilio hablan de ti llamándote el Cazador, y les respondes que eso no es cierto, porque los cazadores matan para vencer un miedo que los enloquece y los pudre por dentro. ¿Cuántas veces has visto aparecer grupos de individuos afiebrados, bien armados, internándose en la selva? A las pocas semanas reaparecen con fardos de pieles de osos hormigueros, nutrias, mieleros, boas, lagartos, pequeños gatos de monte, pero jamás con los restos de un verdadero contincante como la hembra que esperas. Tú los has visto emborracharse junto a los hatos de pieles para disimular el miedo que les inspira la certeza de saber que el enemigo digno los vio, los olió y los despreció en la inmensidad selvática (...).

¿De dónde vienen todos estos pensamientos? Vamos, Antonio José Bolívar. Viejo. ¿Bajo qué planta se esconden y atacan? ¿Será que el miedo ta ha encontrado y ya nada puedes hacer para esconderte¿ Si es así, entonces los ojos del miedo pueden verte, de la misma manera como tú ves las luces del amanecer entrando por los resquicios de caña.

Luis Selpúlveda, Un viejo que leía novelas de amor

lunes, 16 de junio de 2008

La mano de Onán se queja


Yo soy el sexo de los condenados.

No el juguete de alcoba que economiza vida.

Yo soy la amante de los que no amaron.

Yo soy la esposa de los miserables.

Soy el minuto antes del suicida.

Sola de amor, mas nunca solitaria,

limitada de piel, saco raíces...

Se me llenan de ángeles los dedos,

se me llenan de sexos no tocados.

Me parezco al silencio de los héroes.

No trabajo con carne solamente...

Va más allá de digital mi oficio.

En mi labor hay un obrero alto...

Un Quijote se ahoga entre mis dedos,

una novia también que no se tuvo.

Yo apenas soy violenta intermediaria,

porque también hay verso en mis temblores,

sonrisas que se cuajan en mi tacto,

misas que se derriten sin iglesias,

discursos fracasados que resbalan,

besos que bajan desde el cráneo a un dedo,

toda la tierra suave en un instante.

Es mi carne que huye de mi carne;

horizontes que saco de una gota,

una gota que junta

todos los ríos en mi piel, borrachos;

un goterón que trae

todas las aguas de un ciclón oculto,

todas las venas que prisión dejaron

y suben con un viento de licores

a mojarse de abismo en cada uña,

a sacarme la vida de mi muerte.

Manuel del Cabral, 14 mudos de amor (1962)