Caperucita cerró la puerta de su habitación de un golpe y se sentó contrariada sobre la cama. El lobo había dejado de hacerle caso. Ya no le valían sus viejos trucos: su caperuza más sexy, sus calcetines más vertiginosos, sus faldas más tableadas.
No entendía qué había pasado pero el lobo ya no la deseaba. Y eso por no hablar de las continuas y sonadas infidelidades del licántropo: con Cenicienta en la carroza-calabaza, con Blancanieves (¡esa mosquita muerta!), incluso con la Sirenita, dios sabrá cómo.
Caperucita tomó entonces una decisión. Conquistaría al príncipe azul y juntos harían un cuento nuevo sin madrastras congestionadas por el bótox, abuelitas viciosas, ranas ni hadas madrinas que solucinen la papeleta.
Aunque a Caperucita roja le quedaba una duda ¿serían ella y el príncipe azul complementarios?
lunes, 19 de noviembre de 2007
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1 comentario:
Si a Caperucita le gustaba el lobo sería por algo. Lo mejor es que se deje de príncipes azules y que vaya directamente a por al gato con botas.
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