lunes, 19 de noviembre de 2007

Caperucita cerró la puerta de su habitación de un golpe y se sentó contrariada sobre la cama. El lobo había dejado de hacerle caso. Ya no le valían sus viejos trucos: su caperuza más sexy, sus calcetines más vertiginosos, sus faldas más tableadas.

No entendía qué había pasado pero el lobo ya no la deseaba. Y eso por no hablar de las continuas y sonadas infidelidades del licántropo: con Cenicienta en la carroza-calabaza, con Blancanieves (¡esa mosquita muerta!), incluso con la Sirenita, dios sabrá cómo.

Caperucita tomó entonces una decisión. Conquistaría al príncipe azul y juntos harían un cuento nuevo sin madrastras congestionadas por el bótox, abuelitas viciosas, ranas ni hadas madrinas que solucinen la papeleta.

Aunque a Caperucita roja le quedaba una duda ¿serían ella y el príncipe azul complementarios?

1 comentario:

rata perezosa dijo...

Si a Caperucita le gustaba el lobo sería por algo. Lo mejor es que se deje de príncipes azules y que vaya directamente a por al gato con botas.