lunes, 26 de febrero de 2007

De tumbas y faunos

Yo tengo que marchar. Hay una tumba
Donde ondean el lirio y el narciso;
Y he de agradar al fauno infortunado
bajo tierra durmiente allí enterrado
Con canciones de gozo antes del alba.
Gozoso fue aquel tiempo en que él gritaba,
Y aún sueño yo que va pisando el campo,
Andando fantasmal en el rocío,
De mi cantar alegre penetrado,
Soñante juventud del viejo mundo.
Pero este ya no sueña; sueña tú,
Que hermosa es la amapola sobre el rostro;
Sueña tú, que también esto es veraz.

W.B. Yeats

jueves, 15 de febrero de 2007

Repaso de última hora

Leyendo (hoy sí, aunque un poco por encima) la guía de Dublín, me he dado cuenta de que puse mal lo de "la fulana de la carreta". La forma correcta sería "The tart with the cart" (esto es ya deformación profesional).

Acabo de hablar con Valerie y ya estoy completamente segura de que alguien va a estar ahí cuando yo llegue...

Qué ilusión me hace ser guiri. Si no fuera porque me ha dicho que hay ocho grados y un viento glacial que te mueres me pondría las sandalias con calcetines y todo. Pero lo mejor será llevar el abrigo rojo, que vale para cualquier ocasión.

miércoles, 14 de febrero de 2007

The tart with the chart

Pasado mañana me voy a Dublín y todavía tengo la mayoría de las cosas sin preparar. Solo tengo los billetes, de hecho. Y ni siquiera eso, porque el trayecto de vuelta Murcia-Albacete todavía está bastante sin confirmar... Además he llamado esta noche a Valerie y me ha saltado su buzón de voz. En inglés, of course.

Intenté leer algunas cosas sobre Irlanda en una guía que tenía María por aquí y como soy tan poco práctica para estas cosas no tengo ni idea de lo que me voy a encontrar. Me llamó la atención la historia que la guía titulaba "The tart with the chart" ("La fulana de la carreta") que hablaba de una insigne puta dublinesa llamada Molly Malone. Pero ni por esas.

Al final todo, como siempre, terminará saliendo bien.

-¡Qué valiente irse sola en semejante travesía!

La profesora Bellini sonrió halagada, porque era cierto, por momentos se había tenido que aguantar sola el miedo, la angustia de llegar de noche a ciudades desconocidas, arrastrando la valijita con ruedas que le había prestado una amiga. Los pocos momentos en los que se había sentido sola habían sido de noche cuando salía a comer y paseaba por las calles con mesas en la vereda, entre la gente que se divertía y tomaba algo. Pero no duraban mucho esos momentos porque le gustaba perderse por la intimidad de las calles angostas, explorando despacio los recovecos del laberinto de cada pueblo, las escaleras, las terrazas, los pasajes que parecían privados pero eran públicos, caminando en el calor de esa arquitectura despreocupada, sin límites precisos entre el adentro y el afuera.

Esto es un trozo de un cuento de Pedro Mairal llamado "El viaje de la profesora Bellini" sacado de una antología de nombre tan significativo como Cuentos de mujeres solas. Fui a comprar un libro de regalo (a una librería donde mi histeria leve cree que me miran raro) y vi esta antología ahí, encima de una mesa, desafiante, con su título como una maldición. Pensé "qué horror, cómo han podido", que es justo lo que hubiera pensado una señora gorda. Pero no podía dejar de mirarla. Ella ahí, yo aquí... Y tuve que llevármela.

Solo por romper el maleficio, para estar segura de que iba a saber manejar esas palabras.

martes, 13 de febrero de 2007

Transustanciación

Nunca es cierto que se oye el mar al colocar la caracola en la oreja, las nueces que todos tenemos a los dos lados de la cabeza, cabezota, caracola, solo se oye un rumor de caverna, cavernícola, que siempre nos inquieta porque no sabemos con certeza cuántos hombrecillos tendrá dentro, tú resulta que tenías más de los que me me habías presentado, o quizás es que tenías alguno sordomudo, vete tú a saber, menuda sorpresa me llevé cuando os encontré a todos en plena orgía, y yo con la boca abierta, a ver qué iba a hacer, boquiabierta delante de tu oreja sin saber si unirme a la fiesta o salir corriendo a meterme debajo de una manta, garganta, levanta, no, debajo de la manta no me podía quedar, así que decidí hacerme yo oreja, lenteja, toda yo convertida en ese cartílago, cartilaginoso, tan divertido, carcomido, que puede producir tantas satisfacciones, yo es que solo había conocido tus orejas y ahora mira, convertida yo misma en una oreja gigante, gigantona, pero no soy una caracola, lo peor son los mirones, no se acostumbran a verla a una de tal facha, toda oreja, orejilla, chiquilla, me dicen, pero eres tú, pues claro, y tan contenta que ya me he acostumbrado a verme así y hasta me gusta, me resulta voluptuoso tener tantas curvas, vulvas, asusta a veces ser toda oídos, la gente lo cree así, pero en realidad soy solo toda oreja, estoy pensando en meterme unas mujercillas que hagan ruido, bandido, como tus hombrecillos, pero menos lúbricas, artúricas, yo me buscaré a unas vírgenes vestales, por ejemplo, tanto desorden te quedaría a ti después de la orgía me imagino, o quizás ya estabas acostumbrado, no sé, igual no era la primera vez aquel día, yo las quiero más tranquilas, nada de ordalías, yo quiero ver el mar desde mi orilla, desde mi oreja, orejota, orejilla.

Este ¿minicuento? lo escribí hace tiempo pero me sigue gustando mucho, muy näif. Para hoy, con este tremendo dolor de oídos, me parece de lo más adecuado (aunque no sé si coherente y cohesionado).

lunes, 12 de febrero de 2007

Julio en Febrero: menos 23

Hoy se cumplen 23 años de la muerte de Julio Cortázar, el cronopio.

Hace dos o tres años por estas fechas leí un artículo en el periódico sobre él. Creo que su autor era Juan José Millás. Contaba este que, siendo joven, había ido a París a visitar la tumba de Cortázar. Parece ser que, por entonces, el cementerio de Montmatre era un caos y al periodista le costó encontrar la tumba. Cuando por fin lo logró, estuvo un buen rato "hablando" con Cortázar y que, después de la charla, le dejó un cigarro y se marchó.

Años después volvió con una amiga suya al mismo lugar y quiso volver a entrevistarse con Julio. Llegó a la misma tumba de la otra vez y cuando se disponía a dejarle unos papeles, quiero recordar, con algo escrito por el propio Millás, y haciendo el gesto de sacar otro cigarro, su amiga le dijo que qué hacía. Aquella no era la tumba de Cortázar, esa tumba estaba al otro lado del cementerio. Afirmaba en el artículo que se había quedado sin saber muy bien qué hacer y preguntándose que a quién le habría estado hablando aquella otra tarde, qué habría sido de su cigarro.

Yo no lo sé, y tampoco sé dónde andará Cortázar en estos momentos. Quizá esté discutiendo con Charlie Parker sobre el bebop o contándole historias de miedo a Poe.

Por una vez no le era penoso ceder a la melancolía. Con un nuevo cigarrillo que le daba calor (...) consintió en deplorar la distancia insalvable que lo separaba de de su kibbutz. Puesto que la esperanza no era más que una Palmira gorda, ninguna razón para hacerse ilusiones. Al contrario, aprovechar la refrigeración nocturna para sentir lúcidamente, con la precisión descarnada del sistema de estrellas sobre su cabeza, que su búsqueda incierta era un fracaso y que a lo mejor en eso precisamente estaba la victoria.

(...) eso era ser hombre, no ya un cuerpo y un alma sino esa totalidad inseparable, ese encuentro incesante con las carencias, con todo lo que le habían robado al poeta, la nostalgia vehemente de un territorio donde la vida pudiera balbucearse desde otras brújulas y otros nombres. Aunque la muerte estuviera en la esquina con la escoba en alto, aunque la esperanza no fuera más que una Palmira gorda (...)

Rayuela

domingo, 11 de febrero de 2007

Elección

(...) El amor tiene jardín, tapia, límites. El sexo lo invade todo, va contra la ley. El amor depende de nuestro deseo. En el sexo, nuestro deseo es asaltado. Nadie se masturba por amor.

El sexo llega antes. El amor viene después. En el amor perdemos la cabeza, deliberadamente. En el sexo, la cabeza nos pierde. El amor necesita del pensamiento. En el sexo, el pensamiento sobra; solo caben las fantasías. El amor sueña con una gran liberación. El sexo solo piensa en prohibiciones: no hay fantasías permitidas. El amor es el deseo de alcanzar la plenitud. El sexo es el intento de satisfacerse como finitud (...)

El amor es un texto. El sexo es un deporte (...)

No hay saunas de relax para el amor. Sin embargo, en todo burdel se finge un poco de "amor" para empezar. El amor se está convirtiendo en un preámbulo del sexo (...) El peligro del sexo es que te puedes enamorar. El peligro del amor es el rencor. Con condón hay sexo seguro, pero no hay condón para el amor. El amor sueña con la pureza. El sexo necesita del pecado (...)

Este texto está extraído de un libro estupendo que acabo de terminar de leer : Amor es prosa, sexo es poesía, del periodista y director de cine brasileño Arnaldo Jabor. Es una recopilación de artículos que, a pesar del título (y del fragmento reproducido) trata temas como la política, el poder de los medios de comunicación, la infancia y juventud de su autor... Totalmente recomendable.