lunes, 12 de febrero de 2007

Julio en Febrero: menos 23

Hoy se cumplen 23 años de la muerte de Julio Cortázar, el cronopio.

Hace dos o tres años por estas fechas leí un artículo en el periódico sobre él. Creo que su autor era Juan José Millás. Contaba este que, siendo joven, había ido a París a visitar la tumba de Cortázar. Parece ser que, por entonces, el cementerio de Montmatre era un caos y al periodista le costó encontrar la tumba. Cuando por fin lo logró, estuvo un buen rato "hablando" con Cortázar y que, después de la charla, le dejó un cigarro y se marchó.

Años después volvió con una amiga suya al mismo lugar y quiso volver a entrevistarse con Julio. Llegó a la misma tumba de la otra vez y cuando se disponía a dejarle unos papeles, quiero recordar, con algo escrito por el propio Millás, y haciendo el gesto de sacar otro cigarro, su amiga le dijo que qué hacía. Aquella no era la tumba de Cortázar, esa tumba estaba al otro lado del cementerio. Afirmaba en el artículo que se había quedado sin saber muy bien qué hacer y preguntándose que a quién le habría estado hablando aquella otra tarde, qué habría sido de su cigarro.

Yo no lo sé, y tampoco sé dónde andará Cortázar en estos momentos. Quizá esté discutiendo con Charlie Parker sobre el bebop o contándole historias de miedo a Poe.

Por una vez no le era penoso ceder a la melancolía. Con un nuevo cigarrillo que le daba calor (...) consintió en deplorar la distancia insalvable que lo separaba de de su kibbutz. Puesto que la esperanza no era más que una Palmira gorda, ninguna razón para hacerse ilusiones. Al contrario, aprovechar la refrigeración nocturna para sentir lúcidamente, con la precisión descarnada del sistema de estrellas sobre su cabeza, que su búsqueda incierta era un fracaso y que a lo mejor en eso precisamente estaba la victoria.

(...) eso era ser hombre, no ya un cuerpo y un alma sino esa totalidad inseparable, ese encuentro incesante con las carencias, con todo lo que le habían robado al poeta, la nostalgia vehemente de un territorio donde la vida pudiera balbucearse desde otras brújulas y otros nombres. Aunque la muerte estuviera en la esquina con la escoba en alto, aunque la esperanza no fuera más que una Palmira gorda (...)

Rayuela