lunes, 14 de enero de 2008

De pelos y dientes

Me cuentan que existe un trastorno de comportamiento que consiste en arrancarse e incluso comerse la cabellera. Se llama tricotilomanía. Todos hemos visto, en el colegio, a chicos y chicas que se chupaban golosamente un mechón de pelo, o que se distraían enrollando unos cuantos cabellos en el dedo y dando tironcitos. Parecía algo bastante algo normal, esto es, una más de esas anormalidades tan comunes, una manía tan corriente como morderse la uñas, pero ahora resulta que ese tic tiene un nombre impresionante y es una enfermedad (...).

Qué asombrosamente raros somos los seres humanos. De entrada, se diría que padecemos una incomprensible tendencia a la autofagia. No solo podemos zamparnos la cabellera, sino también las uñas, los pellejos de los dedos, la carnecilla blanda del interior de las mejillas, los mocos, las esquirlas resecas de la piel de los labios. E incluso nos comemos nuestro estómagos a golpe de úlcera. Esa necesidad que parecemos sentir de devorarnos a nosotros mismos resulta muy turbadora y debe de tener algún significado. Es algo que forma parte de las grandes metáforas de la carne, un mensaje cifrado de este cuerpo nuestro, que es un poeta que duele y mata.

Rosa Montero, El País Semanal (13-Enero-2008).

3 comentarios:

Eva García-Bajo dijo...

Desde que me salieron dientes me como las uñas. Siempre he dicho que es porque estoy muy buena.
Leí este artículo en El País con la intención de encontrar por escrito lo que siempre he pensado. Y poéticas aparte, lo de jalarse a una misma debe de ser la represión freudiana de los impulsos caníbales (prefieres reprimirte y comer tus propias carnes por no zamparte al vecino que te está poniendo de los nervios). En el fondo es un acto de amor por la sociedad, imagina si no...
No sé por qué mi abuela se ponía tan histérica.

rata perezosa dijo...

¿Has visto Ravenous? La carne humana dotaba a quien la comía de una mayor fuerza física.
Pues eso, que cuando flaquean las fuerzas nada mejor que un pedacito de alguien, y que mejor que de nosotros mismos que somos a quien más a mano tenemos. Y si además nos dejamos los órganos vitales intactos...

Madame X dijo...

No, si al final, machacarse las uñas va a ser un acto de piedad al prójimo.

Confieso que no tengo ni una pizca de espíritu autofágico. De comerme, que me coman (o devoren) unas fauces ajenas. Todo sea que me encuentre un día con Hannibal Lecter. Que miedo.

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